domingo, 27 de abril de 2014

Gabriel García Márquez y la traducción: reflexión sobre el trabajo del traductor

Sé que va con bastante retraso, pero a raíz de la muerte de Gabriel García Márquez, hoy quiero comentar un interesante artículo donde el insigne escritor expresa su opinión acerca de la traducción y de los traductores. Antes que nada, tengo que darle las gracias a Scheherazade Surià (Las 1001 traducciones) por señalar este interesante artículo de El País: "Los pobres traductores buenos", escrito por Gabriel García Márquez en junio de 1982.

En este artículo, básicamente, el autor reconoce las dificultades que acarrea la labor del traductor. En el primer párrafo, en concreto, hace algunas afirmaciones interesantes:

Alguien ha dicho que traducir es la mejor manera de leer. Pienso también que es la más difícil, la más ingrata y la peor pagada. Tradittore, traditore, dice el tan conocido refrán italiano, dando por supuesto que quien nos traduce nos traiciona. Maurice-Edgar Coindreau, uno de los traductores más inteligentes y serviciales de Francia, hizo en sus memorias habladas algunas revelaciones de cocina que permiten pensar lo contrario. "El traductor es el mono del novelista", dijo, parafraseando a Mauriac, y queriendo decir que el traductor debe hacer los mismos gestos y asumir las mismas posturas del escritor, le gusten o no. [...] Cuando se lee a un autor en una lengua que no es la de uno se siente deseo casi natural de traducirlo. Es comprensible, porque uno de los placeres de la lectura -como de la música- es la posibilidad de compartirla con los amigos.

Pero la más atinada, sin duda alguna, es la siguiente:

[...] desde hace mucho traduzco gota a gota los Cantos de Giaccomo Leopardi, pero lo hago a escondidas y en mis pocas horas sueltas, y con la plena conciencia de que no será ese el camino que nos lleve a la gloria ni a Leopardi ni a mí. Lo hago sólo como uno de esos pasatiempos de baños que los padres jesuitas llamaban placeres solitarios. Pero la sola tentativa me ha bastado para darme cuenta de qué difícil es, y qué abnegado, tratar de disputarles la sopa a los traductores profesionales.

Muy bien dicho, sí señor, aunque en realidad no creo que el problema estribe en "disputarles la sopa a los traductores profesionales" (y es que esta frase, en este contexto, denota una humildad que ya me encantaría poseer), sino en que el público se dé cuenta del trabajo que hay detrás de una traducción bien hecha, empezando por el hecho de que


el traductor debe hacer los mismos gestos y asumir las mismas posturas del escritor, le gusten o no.


Esto significa que, como ya sabemos, el traductor tiene que restituir el sentido del texto original cambiando lo menos posible, lo que conlleva un trabajo previo de lectura, de investigación, de estudio, de formación del pensamiento y de escritura que lleva muchos años y que, claro está, una vez que nos ha permitido convertirnos en profesionales, merece respeto y remuneración.

Digo esto porque últimamente estoy buscando más clientes de los que ya tengo, pero a todas luces, o bien algo hago mal, o bien mucha gente piensa que los traductores vivimos de aire. Alguien fue capaz de contestarme extrañado, alegando que mi tarifa era "muy alta", y eso que trato de ser bastante realista en ello. Bueno, leyendo varios foros, blogs y grupos de Facebook me he dado cuenta de que la cosa está incluso peor de la que he vivido en persona, pero me pregunto: ¿habrá una manera de adquirir clientes y al mismo tiempo, conseguir que la remuneración sea adecuada? Mientras busco la respuesta, intentaré no dormirme en los (escasos) laureles, mantenerme constantemente al día, cuidar el llamado networking y...cruzar los dedos. ;-) De momento, vuelvo a leer el fantástico artículo que ha inspirado esta entrada. Por supuesto, mucho ánimo a los chicos que se acaban de licenciar, a los que se encuentran en mi misma situación y a los traductores expertos, y que la situación mejore.

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